La educación en la post-pandemia: un debate impostergable
Por Jorge Iñiguez, Latam Product Director en Pearson
El Covid-19 puede compararse con el enigma de las cajas chinas: podemos cuantificar el quebranto que ha dejado a su paso, pero es difícil estimar con certeza el daño que restará cuando la pandemia termine.
Las pérdidas humanas, materiales y simbólicas a escala global han sido, sin embargo, mayores en América Latina y el Caribe, la región del mundo con casi 30% de los muertos por el Covid-19, donde el PIB se contrajo 7% el año pasado y las instituciones educativas han permanecido cerradas durante más tiempo.
Un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad, IMCO, divulgado en junio, estima que cerca de 10 millones de estudiantes mexicanos sufrirán un rezago de dos años en su formación, que los dejará en desventaja al momento de acceder al mercado laboral.
Otro estudio reciente de UNICEF y la Organización de las Naciones Unidas, ONU, en 200 países, resaltó que cerca de 60 por ciento de los niños, niñas y adolescentes latinoamericanos perdieron un año escolar completo debido a los confinamientos masivos. En México, las escuelas han estado vacías 180 días, de marzo de 2020 a febrero de 2021, el doble que el promedio global.
La educación a distancia es la alternativa que la tecnología nos puso a disposición para enfrentar la emergencia. Sin embargo, la virtualidad desnudó las desigualdades en el acceso a Internet entre las ciudades y el medio rural, entre hombres y mujeres, entre hogares en situación vulnerable y aquellos que tienen sus necesidades básicas cubiertas.
Un ejemplo: según un relevamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en América Latina sólo 33% de las escuelas tiene ancho de banda suficiente para una correcta conectividad, un porcentaje que se reduce al 15% de las escuelas ubicadas en áreas rurales. Otro estudio llevado a cabo por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, IICA, con apoyo de Microsoft y el BID, detectó que en América Latina y el Caribe unos 77 millones de personas carecen de conectividad de calidad, lo cual es dramático cuando Internet es el recurso para pagar facturas, presentar un examen, postular a un empleo, aprender matemáticas o sembrar café.
A pesar de todo lo anterior, lo que muchos expertos han calificado como tragedia educativa tiene un lado prometedor: la educación virtual se impuso como un recurso cotidiano, que de aquí en adelante será imposible de eludir en cualquier debate sobre la educación en la post-pandemia. Un debate que debe ser amplio e incluir a estudiantes, docentes, sector público y sector privado, porque es nuestro futuro como sociedad lo que está en juego.
El desarrollo de habilidades digitales, entonces, es urgente y obligatorio en todos los niveles de formación, desde la escolaridad temprana a la educación para el trabajo. La pandemia confirmó que en el futuro inmediato vamos hacia un sistema blended, que combine la presencialidad y la virtualidad, y que impone un acceso igualitario y universal a Internet.
Para salir de la recesión que se avizora como herencia de la pandemia, la capacitación será crucial y, por ende, la necesidad de conectividad. Es una realidad que ya admiten países como el Reino Unido, que días atrás anunció que destinará 1,000 millones de libras (1,418 millones de dólares) para ofrecer clases de refuerzo a unos seis millones de niños y jóvenes de Inglaterra para compensar por el aprendizaje perdido durante la pandemia, especialmente en las disciplinas de matemáticas y lengua inglesa.
La correlación entre educación y desarrollo está más que probada. Ofrecer alternativas para que los niños y jóvenes mexicanos recuperen el contacto con el aprendizaje debe ser una prioridad de la agenda de políticos, funcionarios, académicos, padres y empresarios, sin distinción de ideologías ni preferencias de cualquier naturaleza. ¿Quién se suma?